Para comenzar ...




Si supiéramos nosotros, si tuviéramos chance de volver a pensar la historia de la colonización de América, con estos otros protagonistas “los indios” enfrentándose con los españoles, nuestra concepción del pasado seria infinitamente más rica, estaría llena de elementos de orgullo. El pensar que esta historia tuvo personajes extraordinarios, de pueblos aguerridos que pelearon con los españoles por sus derechos, por defender lo suyo, ¡sus tierras!, con una constitución que no fuese más que la de seguir sus sentimientos, que el amor por lo suyo, y a diferencia de la nuestra, estaba escrita en su alma, en sus instintos, en su sangre, no en un papel.
Ésta, es una historia de estrategas, que planearon tácticas de alianza, de lucha, que pelearon con todas las armas posibles siguiendo su instinto salvaje.
Hoy los llamamos pueblos originarios, antes eran denominados aborígenes, indígenas o indios… El término no interesa; lo interesante es descubrir que en realidad se trata de pueblos con tradiciones culturales diversas, ricas, propias, que le dan "marca registrada" a nuestro continente... un continente que tiene para ofrecernos una historia maravillosa, llena de hechos, que merecen y valen la pena ser contados, reconocerlos y apreciarlos.
La ignorancia generalizada sobre estos hechos, es también parte de un proceso de imposición.  ¡Es el momento de comenzar a revisar esta historia! ¿Te animas a redescubrirla? ¡Prometemos no vas a arrepentirte!

Karla, Paula, Vanina y Facundo, estudiantes de Periodismo, del ISET 18.



Yámanas, nómades del mar


En esta ocasión, conocemos a uno de los grupos aborígenes de los denominados nómades: los yámanas.



Los yámanas o yaghanes eran canoeros que vivieron durante largo tiempo en los innumerables canales del archipiélago fueguino, en el sur de la isla Grande de Tierra del Fuego y en las islas del archipiélago del Cabo de Hornos. Su idioma presentaba cinco formas dialectales, que correspondían a los grupos que se dividían el territorio ocupado. Era rico en voces y expresiones, dé sonidos suaves. Su vivienda consistía en una choza de ramas encorvadas formando una bóveda, que se cubrían de pastos y hojas secas. Eran individuos de baja estatura, de piernas encorvadas, posiblemente a causa de la Posición en cuclillas, de la que se valían, permanentemente, en las canoas.


Yerba Mate, leyenda




Según el credo y la nacionalidad de quien las narra, diferentes leyendas cuentan que es la luna, Jesucristo o Santo Tomé quién creó la Yerba Mate, en agradecimiento a la hospitalidad de los hombres buenos, que siempre están representados por una familia de guaraníes. Sea quien fuere el artífice de tan bondadosa planta, todos coinciden en señalarla como una bendición del cielo y un símbolo de amistad. Esta es la versión guaraní más difundida sobre el origen de la Yerba Mate:


La Caá Yarí


Españoles y negros




El choque entre los indígenas y los españoles también fue social y cultural. La pérdida de la autonomía de las sociedades indígenas significó un trauma para ellos, sobre todo para los jefes indígenas, que fueron perdiendo su poder. Las creencias indígenas fueron duramente atacadas por los españoles, quienes buscaban lograr, como misión civilizadora, la incorporación de esos infieles a la religión católica. El proceso de evangelización que comenzó con la conquista ocasionó la “muerte” de los dioses indígenas. Esto no implicó la absoluta e inmediata aceptación del catolicismo por los indígenas, sino que fue un proceso gradual y nunca del todo concluido.

En el otro extremo de la sociedad se encontraban los vencedores, los españoles. La sociedad española en América no era uniforme. Si bien todos eran blancos, y esto los diferenciaba muchísimo del resto, existían profundas diferencias entre ellos. Principalmente, por su lugar de nacimiento: España (peninsulares) o América (criollos).

También por la fortuna. En el siglo XVI, los encomenderos se encontraban en la cúspide de la sociedad. Estos, además de beneficiarse con el trabajo de los indios, fueron controlando cada vez más tierras. La encomienda fue declinando su importancia a fines del siglo XVI y los dueños de las tierras —los hacendados— tomaron el lugar de los encomenderos como grupo más poderoso económicamente. Religiosos, comerciantes y altos funcionarios estaban un poco más abajo en la escala social.

Estos cuatro grupos —hacendados, religiosos, comerciantes y altos funcionarios— eran la “gente sana” de la población y la capa más alta de la sociedad, suficientemente integrada mediante matrimonios y parentescos.

Más abajo en la pirámide social, había una masa mucho más mezclada, tanto en las ciudades como en el campo. Esta capa era una mezcla de colores y sangres, fruto de los encuentros sexuales de las diferentes razas. Era el mundo del mestizaje: artesanos, trabajadores, sirvientes, peones. Por debajo de ellos estaban los negros, traídos de África en contra de su voluntad: eran esclavos domésticos de las familias blancas ricas de las ciudades o eran esclavos rurales de las haciendas y plantaciones, sobre todo, del Caribe y del Brasil.


Conociendo los saladeros


A fines del siglo XVIII comenzó a surgir otro tipo de establecimiento derivado de la ganadería: los saladeros, que lograron una explotación integral del vacuno. Producían tasajo destinado a la alimentación de esclavos o de ejércitos en marcha; extraían el sebo y la grasa para la fabricación de las velas, el jabón y lubricantes para cueros. Desarrollaron la técnica de curtir los cueros.
Eran establecimientos donde se elaboraba el tasajo o charqui, es decir, trozos de carne secada y conservada con sal, con la que se alimentaban principalmente los esclavos.
Esta técnica se utilizaba ya en la colonia, como forma de aprovechar algo más de los animales sacrificados, aunque cuando la sal se importaba de España, no era un proceso rentable.
Luego de los episodios de Mayo, cuando ya se podía asegurar el abastecimiento de sal desde las Salinas Grandes, las medidas de la Junta fomentaron la exportación de tasajo a las regiones que tenían mayoría de mano de obra esclava.
Entonces, los ganaderos encontraron así nuevas posibilidades y las estancias se convirtieron en empresas comerciales e industriales. Allí se instalaban mataderos y saladeros que, paulatinamente, fueron incorporando nuevas técnicas en la faena y el aprovechamiento de los animales.
Los principales aportes en este sentido provinieron del químico francés Antonio Cambaceres, que se radicó en Buenos Aires en 1829. Las exportaciones pasaron de 87 mil quintales de tasajo, en 1822, a casi 180 mil, en 1837, y más de 500 mil, a mediados del siglo. La industria fue declinando en función del ocaso del mercado esclavista.