En el otro extremo de la sociedad se encontraban los vencedores, los españoles. La sociedad española en América no era uniforme. Si bien todos eran blancos, y esto los diferenciaba muchísimo del resto, existían profundas diferencias entre ellos. Principalmente, por su lugar de nacimiento: España (peninsulares) o América (criollos).
También por la fortuna. En el siglo XVI, los encomenderos se encontraban en la cúspide de la sociedad. Estos, además de beneficiarse con el trabajo de los indios, fueron controlando cada vez más tierras. La encomienda fue declinando su importancia a fines del siglo XVI y los dueños de las tierras —los hacendados— tomaron el lugar de los encomenderos como grupo más poderoso económicamente. Religiosos, comerciantes y altos funcionarios estaban un poco más abajo en la escala social.
Estos cuatro grupos —hacendados, religiosos, comerciantes y altos funcionarios— eran la “gente sana” de la población y la capa más alta de la sociedad, suficientemente integrada mediante matrimonios y parentescos.
Más abajo en la pirámide social, había una masa mucho más mezclada, tanto en las ciudades como en el campo. Esta capa era una mezcla de colores y sangres, fruto de los encuentros sexuales de las diferentes razas. Era el mundo del mestizaje: artesanos, trabajadores, sirvientes, peones. Por debajo de ellos estaban los negros, traídos de África en contra de su voluntad: eran esclavos domésticos de las familias blancas ricas de las ciudades o eran esclavos rurales de las haciendas y plantaciones, sobre todo, del Caribe y del Brasil.
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